abril 18, 2007

Rastros de la navidad pasada

Esta madrugada me encontré a Santa Claus en el bus. Abrió su gabardina gigante y de una bolsa secreta, saco una pequeña ánfora. Me ofreció un trago. Mire su rostro cansado e imagine los interminables inviernos que han causado las profundas arrugas en las que yace su rostro. Acepte el trago. Cerré los ojos y sobre mi rostro se poso el frió indolente de la madrugada, el vació espectral de las calles se acurruco en mis brazos, el ronco sonido del motor carcomió el silencio y amplifico la pesadez de los pasos de los pocos noctámbulos con cansancio cerebral. Mire mi rostro en el reflejo del ventanal y el inventario de fin de año cargado en las ojeras. Los labios relajados. Extraje un cigarrillo de la bolsa de mi saco. ¡Era el último!
Lo encendí y se lo ofrecí. Lo acepto.
Bebí, el fumo.

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