noviembre 28, 2006

Somos como una nube

Debí levantarme del maldito sillón, dejar la maldita cerveza y detenerla; pero en ese momento implicaba más que un esfuerzo físico… ¡Aun con eso debí hacerlo! — ¿Esta vez no volverás? —pregunté, pero sus tacones ya se habían hundido tres escalones hacia el infierno. Detrás de Gaela la puerta se había cerrado muy despacio y el casi imperceptible sonido del cerrojo me preocupó… Después de todo ya nos habíamos aguantado más de seis meses. ¡Estábamos del otro lado! Nos conocimos una tarde que salí a tirar mi basura existencial y como todo es una cadena, el destino me había arrojado en el metro bús. El vaivén del camión jalaba mi cuerpo con mayor rapidez que mis pensamientos: últimamente estaba en blanco. Miraba diversas cosas: el timbre, los zapatos, las piernas de las mujeres que viajaban…nada, nada. Ni un solo gesto interesante, solo utilería barata. Cerré los ojos. Al menos pensé, siempre queda la posibilidad de una misma. La primera posibilidad y siempre, siempre la ultima. Una risa infantil proveniente de mi lado izquierdo jaló mi cuerpo a 90 grados. Una niña sonreía mirando cómo su hermanita embarraba la punta del chupón en el vidrio y luego lamía. Mis pupilas dilatadas a punto de soltar una lágrima… – ¿Es la primera vez que te subes? Mis oídos infectándose. Quise decir no. Mi voz ahogándose en las multitudes. ­­La impresión se estrelló en mi cara…No contesté. – Yo voy por la segunda vuelta. –me contesto ella. La lágrima hidratando mis sentidos. – Ahora entiendo tu cara de sueño. Yo infectando sus odios. – ¡Nada que una cerveza no pueda solucionar! Mi voz ahogando las demás voces. Pocas veces me pasan cosas interesantes y siempre suceden juntas. De reojo miré las puertas cerrándose y alejándome de mi destino inmediato. –Yo iba a un concierto, pero…creo que un par de cervezas le restarán importancia. El cielo arriba del World Trade Center brillaba azul. Esa madrugada salimos del “Burbu” trastabillando y cantando: “A time to be so small”. Lo último que recuerdo es que alguien me aseguró que Paul se había puesto ebrio y había cancelado el concierto. Dos días después recobré la conciencia y lo comprobé en la radio: ¡fallas técnicas! No me importó. Gaela era muy bella y muy puta, tenía unos ojos azul-hielo que me transportaban a una burbuja de tranquilidad y al concentrar mis pupilas en su piel blanquísima podía creer en la felicidad. De vez en cuando, llegaba al amanecer con los ojos vidriosos de tanta droga, y alegando que una compañera de la universidad se había pasado de rayas y no la podía dejar en la calle. - ¡Tuve que llevarla a su casa…la pobre estaba trapicheadísima! Yo le creía la mitad de sus explicaciones. La desconfianza: esa enfermedad maligna que contraemos al contacto con el exterior. ¡Nunca se está mejor que en el útero: protegido, ignorante e inocente! ¡Feliz! Ahora bien, discutir me resultaba grotesco. Pues sin problema: entendía el trasfondo de sus palabras, la invalidez de sus argumentos y aunque me enojaban sus mentiras, intentaba en todo momento desechar la ansiedad que te provoca la revelación de la verdad; ésta es para los infelices. Otras veces obedecía los impulsos de mi naturaleza como un ser totalmente sexual, saltaba al vacío de la dualidad: inocencia y maldad, tristeza y alegría, locura y cordura. Le arrancaba la ropa rabiosamente, le mordía los labios hasta sangrarlos y al hacerlo entregaba mi raciocinio a infinitas sensaciones, moría en sus brazos y resurgía en sus ojos, mi ser absorbía la sangre tibia e impregnaba cada una de mis células. ¿Para qué la verdad? Una vez la encontré follandose a una tipa en mi sillón. Nada hubiese hecho si estuvieran en la cocina, el baño, incluso la cama; cualquier lugar es bueno para tirarse a alguien… ¡Pero mi sillón! Par de putas. Me fui directamente a la cocina y extraje una cadena de metal que guardaba en una caja detrás del refrigerador; tenía 5 años pensando en adoptar un perro, ya tenía su plato de agua, sus jabones del perro feliz y la cadena. Ya con cadena en mano me acerque cariñosamente a Gaela, con actitud de querer unirme. Tome a la chica por detrás mientras miraba fijamente los ojos de Gaela, percibí un fuego en sus ojos y si quizás en algún instante pensé en unirme, sería mejor que me retractara. Gaela podía ser sumamente violenta, ella operaba por instinto, toda su vida había tratado de sobrevivir y defender lo que creía que le pertenecía. Di un paso colocándome entre la chica y Gaela, sujete el brazo de la chica para que rodeara mi cintura. Besaba a Gaela, mientras le inmovilizaba los brazos con la cadena de rotten; también había pensado en el nombre. Comencé a caminar hacia la recamara, ahí sutilmente amarre el otro extremo de la cadena a un tubo de la cama y con una de sus pañoletas le sujete los pies, ella comenzó a desconfiar y me mordió el hombro con fuerza, la mire dulcemente conteniendo el dolor y luego sonreí burlonamente. Si habíamos llegado a ese punto era por que confiaba en mí y me amaba. Me incorpore y la mire indiferente. Atraje hacia mí a la chica y le enterré los dientes en su cuello, respondió con un temblor entre su entrepierna, la levante recargándola en la orilla de la cama y la mire observando sus facciones, le sonreí y comenzamos a coger frente a Gaela. Cogíamos frenéticamente. Hubiéramos terminado bebiéndonos un vodka las tres en la cama, de no ser porque Gaela logró soltarse a la mitad del trajín y fúrica sacó a la tipa del departamento, Arrojándole la ropa por la ventana, le gritó: “Y no vuelvas, perra”. Más tarde, mientras yacíamos abrazadas en la cama, me confesó todo. –Podría pasarme la vida entera así, abrazada a ti, volando en tu aliento, dibujando sueños con tus cabellos, matándonos sin morir, coexistiendo en tu cuerpo, pero todo se arruina cuando ves ese maldito sillón, una cerveza en cada mano y la pluma en la boca. –Siempre te comparto una cerveza –dije, entreviendo un enfrentamiento. La ansiedad de las preguntas nuevamente. – ¿Qué mierda de respuesta es esa? ¿Te la tomas conmigo? Ese sillón te posee ahí mismo en mis narices y yo no puedo hacer nada. –No tienes que hacer nada – ¡Me siento estúpida! –dejó mis brazos y fue directo a patear el sillón. –Ese no es mi problema. Solo pienso en ti. -era momento de prender un cigarrillo. –Escribir es un placer para mí. -dije eso al tiempo que exhalaba el humo, formando nubecitas grises por la habitación. Para ese momento seguramente Gaela se había lastimado, levantaba algunas hojas del suelo y cojeando se dirigía hacia la ventana. –Pero el estar contigo engloba todas. –tiró despiadadamente las hojas por la ventana. –aun cuando no estoy contigo, lo que pienso es enfocado en ti, lo que escribo es para ti… Se lanzó a mis brazos y me besó. –Por cierto, nunca he ido a la universidad. -me volvió a besar. ¿Para qué la verdad? En fin, éramos unas verdaderas hijas de puta, ella más adicta que puta, pero no tenía por qué quejarme, era lo que me merecía…supongo. Ella ha sido la única mujer que no me dejó por irse con alguien más imbécil o menos divertida que yo o aún peor, excusando alguna estupidez como: ¡Necesitamos tiempo o espacio o un cerebro! Regularmente soy víctima de la irremediable histeria femenina. Gaela murió. Y ahora habita en un cielo estrellado. Duerme en una nube convertida en un ángel. Un par de lágrimas escurrían por mis mejillas, mientras me bebía su botella de vodka. Esa que llevaba escondida en un televisor descompuesto desde su llegada al departamento. Juntos el televisor y la botella nos observaban en la cocina, una de las tantas veces que cocinábamos e intercambiábamos ideas. Nunca discutíamos en la cama “En la cama se arreglan las cosas”. ¿Qué clase de reflexión tan bruta es ésa? En la cama se coge, se duerme y se sueña. Aquella ocasión, preparábamos brócoli gratinado. –Se la regalaré a mi madre cuando regrese de Texas. –Tu madre no regresará nunca. Mujeres como ella, de lo único que se arrepienten es de no haber abortado por segunda vez. ¿Me pasas la sal, cariño? Y yo en especial se lo agradezco. – ¡Vete mucho a la mierda! No puedo creer que seas misógina. No debemos comer tanta sal. – ¡No soy misógina! Soy realista. ¿Aunque sea sal con ajo? – ¡De todas formas no te metas con mi madre! ¡Puta! ¿Sal con ajo? Luego tu lengua me raspa. – ¡Ja ja! No me jodas si la tuviera enfrente hasta la abrazaría, mira que después de cagarla tanto, algo le salió de maravilla. Y si te digo que eres lo único que tienes, es porque… ¡Bueno, ya, mejor todo sin sal! Yo no sabía nada. Ella no había llamado en dos semanas…me sentía terrible, quizás me había excedido la última vez. Definitivamente no tenía tacto para decir las cosas….ella tampoco. ¡Debí levantarme del maldito sillón! La noche del velorio no tenía un peso en la bolsa, me vestí formal y compré una flor blanca. Pasé toda la noche bebiéndome su vodka. Nadie llegó al velorio. A la tarde siguiente apuñalé el sillón. Los restos los tiré por la ventana. Emmiux

6 comentarios:

Verónica Rodríguez dijo...

Me encantó leer esto, pero me deja con una necesidad rara.

Emmiux dijo...

Las letras no serenan las carencias ni te hacen mejor persona.
Pero desnuda sentimientos y descubre necesidades.
¿Ya descubriste cual es?

Verónica Rodríguez dijo...

creo que ya resolví eso.

Anónimo dijo...

De ahora en adelante me dirigiré a usted de la manera más admirable y decente que usted merece...mmm...Ya dejándome de ironías... ¡No mames pinche emma escribes muy bien!(Al comienzo de cada párrafo...mi yo interno decía – ¡mmm… no! Eso lo fusilo de algún lado) ¡Pero en otros párrafos me di cuenta que no!
Muchas felicidades Sra. Bukowski. ¡Neta escribes de webos! ¡Ha! También feliz cumpleaños numero 27 jaja eres una señora jaja
PD: ya preséntame una reinita ¿no?

Emmiux dijo...

Paola pumas:
¡Jaja! Lamentablemente no puedo decir lo mismo de usted señorita… ¡Broma!
Genial que te gusto y en cuanto a la etiqueta Bukoswkiana, no estas tan equivocada, de hecho el fin de este cuento; complementado con un ensayo profundo donde critico su literatura y comparó a la generación beat con Charles Bukowski; como decía este cuento cumple un propósito importante para mí existencia mental y literaria: me quito por fin esa influencia. ¡Para seguir…con otra jaja! Lo ideal es escribir más natural y ya con el sello propio, en la practica uno a veces sigue exponiendo sus traumas y tratando de exonerar sus estupideces (¡Mismas que cometerá nuevamente!) ¡Por cierto te equivocas en un dato numérico 27 son muchos ¿No?! En cuanto a lo de las reinitas… ¡No tengo suerte para las nenas!

Laura:…

n dijo...

eeee!!!....eeeemaa!!!
como andas carnalita?, tudo bien por allá afuera?
las nubes también se van...

salud salud!!

n